lunes, 9 de julio de 2007

El largo recorrido del domingo por ese lugar de comercio descarado de mugre, o basurero a la venta al que llamamos feria de Tristán, dio los frutos más jugosos de toda la temporada.

Esta vez el Kuyu no vino, pero me acompañó Gonzalo; un gurú de los videojuegos y tristanero de larga data.

Paseando por los lugares de siempre vimos a los individuos de siempre:
El panchero, cuya agua para calentar los panchos debe ser importada de Chernóbil.
El viejo sin dientes que balbucea “¡Un millón de dólares hoy en el cinco de oro! ¡Vamos, que se acaban las boletas!”, gritándolo como un desalmado tantas veces que hace pensar si en verdad las boletas se acabarán algún día.
Y por supuesto los tipos de la mosqueta; crimen organizado y teatrero en su máximo esplendor ¡Que actores! ¡Que producción del carajo!

Después de recorrer el hábitat natural de estos especímenes, Gonzalo y yo llegamos al sector oscuro (donde lo que venden es casi solamente hierro oxidado), teníamos las manos vacías y poca esperanza. Pero claro, no fueron en vano las enseñanzas del difunto Kuyu (que en realidad está vivo, pero me gusta asustar a la gente y darle un toque dramático a la historia). Cuando venía a Tristán, él siempre agarraba por una zona llena de mugre y pichis viciosos a la que cariñosamente bauticé “El sector Kuyu”. Por esa extraña dimensión es donde acecha “El gordo de los juegos”. Un ser que es un repugnante representante de SEGA en este país. Siempre comercia vestigios de los Yukoh SEGA Club. Debe haber sido un grande en los 90, su época de oro… ahora apenas se lo puede considerar un ser viviente.

Gonzalo y yo nos metimos al sector Kuyu, dispuestos a hacer contacto con este sujeto y lo logramos.

En su tabla de chucherías tenía un Game Boy, algo que yo estaba buscando hace semanas… Se me caía la baba.

“Trescientos pesos con el Tetris, es un regalo.” dijo el gordo de los juegos, que hablaba poco, pero bien.

Tengo que confesar que me sentí como una colegiala al ser invitada al baile de graduación por el capitán del equipo de football. Pero otra vez, la imagen y las enseñanzas del gran Kuyu, quien nunca perdía la calma, y siempre pedía rebaja, vinieron a mi mente.

Logré bajarle 100 pesos al precio original, al ofrecerle llevarlo junto con un Multi-Tap de Playsation2, que quiso comprar Gonzalo.

Impresionante la cara que puso el gordo de los juegos cuando le ofrecí 500 pesos por los dos artículos. Me miró como si fuera Jesucristo o Neo. No me dijo nada de nada. Metió el Game Boy y el Multi-Tap en una bolsa, me miró otra vez, y me dio la bolsa como quien entrega una carga ilegal de osos panda a un traficante. No sé que pensar… esa mirada me va a perseguir por siempre, ¡pesadillas aseguradas! Pero el negocio estaba hecho y eso me trae felicidad pura… ¡ya tengo Game Boy!

El aparato está bastante bien cuidado, pero lleno de rayones en la pantalla. Vino con pilas (cada una de distinta marca y procedencia, obvio). ¡Un éxito total!

Ya está, los dejo con las fotos de mi flamante Game Boy. La prueba de que en Tristán todo es posible, lo inimaginable está ahí, sólo hay que ser elegido por el destino…